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Ruth Sánchez Laviera, la peluquera de Celia Cruz

Ruth Sanchez Laviera y Celia Cruz

By Rosa Marquetti Torres | Desmemoriados.com – Junio 22, 2023

Una historia de talento y amistad

Iba camino de encontrarme con mi amiga, la profesora Alexandra Vázquez, para almorzar en un restaurante italiano cerca de Madison Avenue.  Intento ser puntual, llego con demasiada antelación y decido sentarme en la misma parada de ómnibus donde me había bajado y hacer una llamada telefónica.  Llamo a Ruthie por primera vez, para concertar nuestra entrevista. Ya estaba avisada por Omer, de modo que lo más complicado fue ajustar un horario que a ambas nos viniera bien.  Fueron varios minutos de una conversación muy grata, como si nos conociéramos de toda la vida.

Durante los años en que Ruthie fue la peluquera y estilista de Celia Cruz, ambas mujeres afrocaribeñas, exitosas y empoderadas, supieron bordar, más que construír, una amistad que siguió el trazo de la lealtad y que ha resistido la prueba del tiempo, expresada en momentos fulgurantes y tristes de las vidas de ambas. Mientras conversaba desde mi móvil con Ruthie, comencé a avanzar hacia el restaurante, y al llegar a una de las esquinas de la 81 y Madison ya habíamos concluido la llamada.  Parada allí, esperando al cambio del semáforo llegó mi amiga Alex y tras el beso de saludo me dice: “Has visto donde estás parada? Aquella es la Frank Campbell Funeral Home, donde se preparó el cuerpo de Celia para sus funerales.” Parecía increíble la coincidencia: una de las pruebas más fuertes en la vida de Ruthie transcurrieron en aquel sitio, cuando asumió la dura responsabilidad de peinar y arreglar a Celia por última vez. La conexión de estos hechos, separados por casi 20 años, era espiritual.

“Siempre le he temido mucho a la muerte. Tanto, que había sido tema de conversación en varias ocasiones con Celia, y siempre con aquella risa, me decía que eso era natural; que no sabía qué yo iba a hacer, pero que tenía que peinarla y arreglarla cuando muriera”- fue de las primeras cosas que me dijo Ruthie cuando días después me recibió en su luminoso departamento de Harlem, donde vive junto a su hijo Alexis.

No creo que Ruthie haya deseado comenzar por el final, el tema salió de manera natural, porque la muerte de Celia Cruz el 16 de julio de 2003 no puso fin a ese vínculo entre ellas: Ruth Sánchez continúa honrando su memoria, recordando a la artista extraordinaria y a la mujer de excepcionales valores, de la cual, dice, mucho aprendió. En las fotos y paredes, en el altar de sus íconos religiosos y personales, en la luz que penetra por el balcón interminable, ahí está La Guarachera de Cuba.

La afamada estilista puertorriqueña fue muy importante en la vida artística de Celia, al diseñar, realizar y afianzar la imagen pop que, a través de sus increíbles pelucas y atrevidos diseños, caracterizó a La Guarachera de Cuba en el segmento final y más universal de su carrera. Celia Cruz también lo fue para Ruth María Laviera Sánchez –así es su nombre de pila-, a pesar de que, cuando se encontraron, la peluquera boricua ya tenía recorrido un camino de fama y éxito en su profesión.

Definiciones

“Soy de Santurce. Ruth Sánchez es mi nombre profesional, por razones prácticas de permisos, títulos y esas cosas.  Desde los 10 años yo quería ser peluquera, peinaba a mis amiguitas de la escuela.  En casa éramos tres hermanos, yo, la única mujer”.  Uno de ellos es Jesús Abraham “Tato” Laviera (Santurce 1950 – Nueva York, 2013), considerado entre los escritores y poetas más reconocidos e influyentes de la diáspora puertorriqueña en Nueva York.

“Mi padre, que era arquitecto, no me dejaba salir ni al balcón, y se había empeñado en que yo fuera médico, lo cual me gustaba, por aquello de escudriñar, buscar, pero sabía que había que dedicarle mucho tiempo a estudiar, y  no me gustaban los estudios. Tuve que bregar mucho con mi padre, porque estaba renuente: no quería que fuera peluquera. Tuve que negociar: le dije que iría de día al High School, si de noche me pagaba una escuela de belleza. Así lo hicimos.  La siguiente parada fue en Nueva York, a donde vine a vivir con una tía y embarazada de mi hija Noelia. ¡Mi padre estaba furioso!

“Comencé a trabajar en Lourdes Beauty Salon, en la Avenida 6 en el Lower East Side. La actriz Cicely Tyson empezó a frecuentarlo y yo a atenderle el cabello, fue la primera estrella afroamericana a quien peiné. Conectamos de inmediato y de alguna manera Cicely hizo que pasaran cosas:  por esa época, todos los viernes una chica se paraba en la ventana del salón a mirar, y mirar… hasta que un día dijo quién era y qué quería:  trabajaba para Susan L. Taylor, jefa editorial de la revista Essence, una de las periodistas negras más influyentes en uno de los medios más importantes para la comunidad y la cultura negra en Estados Unidos.  Comencé a trabajar para la revista, acepté el reto y como negra y puertorriqueña hice historia allí. El nombre de Ruth Sánchez comenzó a ser conocido. Hacía el estilismo para las portadas y reportajes, y colaboraba con temas editoriales.

“En esa etapa, para Essence, peiné a muchas grandes estrellas afroamericanas: Diana Ross, a quien le diseñé el look extra volumen característico en ella; Donna Summers, Vanessa Williams, Billy Eckstine, el actor Billy Dee Williams… y muchos otros. Con 25 años cumplidos, abrí en el Upper West Side mi primer salón, El Yunque Obá, nombre que le puso mi hermano Tato.

“Es también la época en que empiezo a tratar el cabello y a peinar a algunos músicos de Fania, Johnny Pacheco de primero, que fue quien me llevó a los demás:  Roberto Roena, Tito Puente, y otros.  A veces les compraba la ropa, les diseñaba los outfits …”- cuenta Ruthie. “Pacheco era mi hermano, así nos queríamos.  Inicialmente llevaba su cabello natural, lo que llamamos weavy hair, que comencé a suavizarle con cremas, y a desarrollar un nuevo estilo para él. De su ropa, que era bien fashion bien elegante, se encargaba él mismo, pero de su cabello me encargaba yo. Éramos una hermandad, un gran amigo que, sabiendo lo que me sacrificaba por mis hijos, me apoyaba con ellos, les daba consejos, como hubiera hecho un padre, sobre todo con mi hija Noelia. En la fiesta de sus quince años, Pacheco tocó con sus músicos. También peinaba a Pete El Conde Rodríguez, y cuando murió, su hija Cita me vino a buscar para que lo peinara.  Siempre le he tenido terror a la muerte, pero cumplí con él. Lo peiné por última vez.”

Llegar a Celia

Son los años finales del esplendor de Fania Records y del surgimiento de un nuevo sello disquero, RMM Records, de la mano de Ralph Mercado, quien logra llevar a Celia a su catálogo de artistas, tras su paso triunfal por la disquera de Masucci y Pacheco. A partir de ese vínculo con los músicos de Fania y en particular, con Mercado –que fuera yerno de Ruthie- es que la estilista se convierte en la peluquera de Celia.

La gran cantante había marcado en los años 50 en Cuba un sello de elegancia y singularidad, un estilo que va a recibir después la influencia de la revolución estética global de los 60 y 70 con la reivindicación de los orígenes étnicos, el movimiento hippie, la lucha de los afroamericanos por sus derechos civiles y la reivindicación de su aporte a la nación estadounidense, y las nuevas estéticas del pop. Celia está en busca de una actualización en su imagen. En su iconografía se observa un drástico cambio a finales de los 70, que la aproxima más al look de las grandes artistas afroamericanas y donde Ruth Sánchez jugará un importantísimo rol.

 

Ruth y Celia en camerino
Ruthie y Celia en camerino antes del show. Foto: Archivo Celia Cruz Foundation.

 

Celia, Ruth y amigas
Celia y Ruthie con sus amigas Elia Pérez de Alejo y Zoila Valdés. Archivo Celia Cruz Foundation.

 

“Siempre he estado rodeada de música, en especial de la música cubana. A Celia la conocía como artista, la admiraba mucho, pero no la había peinado nunca. Recuerdo que un día voy a verla cantar al Madison Square Garden y decidí, como tenía pase de acceso, pararme cerca del escenario. Mientras la miraba cantar y disfrutaba, de manera automática estaba en mi cabeza diseñándole una imagen, a pesar de que estaba muy bien, y era muy adecuado su look esa noche, pero yo creaba en mi mente algo diferente. Cuando empiezo a trabajar con ella, me dice que tenía que aprender mejor el español y ella el inglés, para entendernos mejor. Pero no fue necesario.”

Ruthie hacía arte, con toda la minuciosidad de un orfebre, al punto que valdría la pena preguntarle qué la inspiraba a ella en ese delicado y espectacular trabajo con la imagen de una mujer que ya no era joven:

“Me inspiraba su espíritu, su atrevimiento, su decisión de estar y avanzar con los tiempos. Le explicaba lo que quería hacerle, cómo quería peinarla. Le traía mis ideas, las analizábamos y discutíamos y de ahí salía la decisión final. Siempre respetaba su criterio, su mirada de sí misma, cómo quería verse. No le traía dibujos, ni nada de eso, simplemente, le contaba qué era lo quería hacerle. Y así salieron looks maravillosos, como sus famosas pelucas en las ceremonias de los Grammy y otros eventos.

“Celia fue atrevida. Lo único que no le gustaba eran los vestidos con grandes escotes, aunque sí le gustaba destacar su cuerpo y mostrar sus piernas y sus manos, que eran lindas. En cuanto a las pelucas y la imagen en general, el atrevimiento era una de sus características.  Siempre andaba yo comprando muchos ganchos y presillas, porque eran fundamentales para experimentar con su pelo y sus pelucas.  Pero ella siempre se dejaba hacer. Nunca tuvimos problemas. ¡El respeto fue tan mutuo y tan lindo! ”

Celia Cruz, Ruthie y Olga Guillot
Celia Cruz, Ruthie y Olga Guillot. Foto Archivo Celia Cruz Foundation

 

Ruthie, Celia, Ralph Mercado y Andy García
Ruthie, Celia, Ralph Mercado y Andy García. Foto: Archivo Celia Cruz Foundation

 

“Ella era bien cómica.  Me insistía: ¿Por qué no puedes tratarme de tú, a ver, si tú tratas a todo el mundo de tú? –me decía. Pero yo jamás pude tutearla, siempre la traté de “usted”. Nunca pude, a pesar de que ella quería. Celia era algo muy grande. Por lo que me contaba, supe que ella era famosa en Cuba antes de emigrar, me contaba por todo lo triste que pasó, y también de su familia, de la que estaba siempre pendiente. Me acuerdo que cuando íbamos a España, aprovechaba para buscar personalmente medicinas que necesitaba su familia en Cuba. Ella trabajaba para su familia. ¡Era una mujer de un corazón tan grande…! Siempre he dicho que después de ella, botaron el molde. Esa concentración que lograba para las cosas, esa sabiduría… porque ella era sabia, inteligente, sumamente inteligente.  “¡Te voy a enseñar español para que lo hables bien!” –me decía-, porque ella era maestra graduada, y de verdad que hablaba y pronunciaba muy bien.

“Son muchas las anécdotas que hablan de la calidad humana de Celia. En las giras, se preocupaba personalmente por que mi habitación estuviera bien. Cuando hubo un problema que no pudo resolverse una habitación, Celia y Pedro mandaron a poner en su suite una cama para que yo durmiera allí.”

Durante cerca de 25 años, Ruthie se ocupó de la imagen escénica y cotidiana de Celia y sus resultados fueron encomiables. Uno de los elementos importantes del éxito de la gran guarachera, más allá de su voz, repertorio y desempeño escénico, fue su imagen en constante renovación a partir del momento en que Ruthie comienza a trabajar con ella, y hace del estilismo de sus pelucas, una suerte de marca personal, su sello indeleble. Nunca mejor aplicado el refrán:  en el caso de Celia, el buen hacer de Ruthie hizo de la necesidad, una virtud, cuando puso en valor ese rasgo rupturista y de apego a la modernidad que siempre caracterizó a Celia en el escenario, al tiempo que perfeccionó la elegancia de sus estilismos dentro y fuera de los escenarios.

Lealtad

“Cuando Celia enferma, iba a verla a su casa todos los días y también cuando estuvo en el hospital, para que nunca la vieran fea, ni mal peinada. Llegaba muy temprano al hospital, antes de la visita de los médicos, y le peinaba sus pelucas y la arreglaba, como sabía que a ella le gustaba verse”.

En el final, Ruth Sánchez se creció por encima de sus temores:  la lealtad y el cariño hacia Celia la elevaron como profesional y como amiga, y lo asumió: “Cuando ya me dicen que debo encargarme, que ya ella está ahí, inerte, comencé a hablarle: “Celia Cruz, usted sabe que le tengo miedo a la muerte”. A medida que me le acercaba, fui repitiéndolo, hasta que estuve junto a ella y ya después, no pude abandonarla.

“Celia nunca dijo qué quería, nunca habló de eso, pero cuando muere lo supe: me propuse arreglarla como lo hacía cuando tenía grandes shows, como en el Madison Square Garden. Le diseñé dos looks para los dos funerales, Miami y Nueva York. Para el primero, el cabello plateado, y para el segundo, un look recogido en tono rubio. Un vestido blanco.  Ralphy Mercado me dio el dinero para comprar las telas y le mandé a hacer el traje, con una especie de capa o manto lleno de perlas blancas, que sobresalía, dejando ver una de sus lindas manos. Lo confeccionaron el día antes del velatorio. Como había un fuerte dispositivo de seguridad, pedí a Pedro [Knight] los diamantes que ella usaba para sus grandes shows, y se los coloqué. La peiné como para el próximo concierto.   ¿Qué cómo me concentré? No sé, cogí el valor… ella me dio fuerzas, porque ella quería que yo lo hiciera, a ella le gustaba como yo la peinaba. Eso yo lo sé. Y tuve fuerzas no solo para peinarla, sino también para ponerle su vestido, para maquillarla…”.

Con Ruthie me sentí tentada a comentar lo que siempre es mi obsesión: no ser objetiva y dejarme arrastrar por la admiración hacia Celia, pero ella no me deja seguir: “Mira, esa señora nació con una luz, vino al mundo con algo muy grande, ella vino con un talento bien grande y una misión bien fuerte. Hablábamos de eso en varias ocasiones y de temas espirituales, porque yo tengo santo hecho y ella no lo tenía. La gente pensaba que era al revés, pero no: Celia era católica, aunque respetaba la religión yoruba.  Sin embargo, ella no presumía de eso que reconocía en sí misma, era tan humilde, que no hacía alarde de nada.”

De lo que significaban Cuba y su familia para ella, Ruthie habla con plena convicción:

“Siempre hablábamos de eso, porque me quedaba claro que, si ella tenía tanto amor para el prójimo, para el de afuera, ¿cómo no iba a tenerlo por Ollita, su madre, y para su familia? Hablábamos mucho sobre todo por lo que ella pasó. Me contó que no la dejaron entrar a Cuba para despedirse y enterrar a su madre, y soy testigo de lo que sufrió siempre por esto. Nunca he estado en Cuba, a pesar de que lo he deseado mucho, he tenido la oportunidad, incluso varios ofrecimientos, pero en consideración a Celia, a lo mucho que la vi sufrir por esto, tomé la decisión de no ir, y así se lo dije.  Solo me respondió:  “¡Gracias!”  Aunque ya no está físicamente, respeto mucho todo lo que tiene que ver con ella, sus palabras, sus decisiones, su actitud hacia mí y mi familia: lo más grande fue lo que ella y Pedro hicieron cuando la gravedad de mi hijo Alexis: Celia pidió a Ralphy [Mercado] que le detuviera su agenda y suspendiera sus compromisos –algo que normalmente no se hacía-; se montaron en un avión y se aparecieron en el hospital de Los Angeles donde yo cuidaba de mi hijo, abocado a la muerte. Celia estuvo a mi lado todos esos días dolorosos, y salió conmigo del hospital una semana después solo cuando le dieron de alta a mi hijo. Desde que la conocí, sabía que ella era una mujer de buena voluntad, sabía que sus valores eran altos y únicos, pero ese gesto, esa prueba tremenda de amistad, de hermandad es una muestra insuperable de su grandeza humana. Por eso cada vez que tengo la oportunidad de honrarla, lo hago.  Es mi deber.”

Celia Cruz junto a Ruth Sánchez y Omer Pardillo
Celia Cruz junto a Ruth Sánchez y Omer Pardillo. Archivo Celia Cruz Foundation

Según Omer Pardillo-Cid, último manager de Celia, su albacea testamentario y presidente de la Celia Cruz Foundation, Ruth Sánchez puso a disposición de Celia todo su conocimiento y todos su prestigio en el mundo del estilismo de las grandes revistas newyorkinas, donde ella se movía como pez en el agua. Gracias a ella, Celia tuvo los maquillistas más espectaculares, que complementaron el trabajo de Ruthie y las ideas de Celia para crear la imagen espectacular y tan personal que la distinguió y con la que ha pasado a la eternidad.  Para Omer,  “Ruth Sánchez es la creadora de esa imagen moderna de Celia, principalmente con sus pelucas únicas e exuberantes. Ella hizo que Celia estuviese siempre al frente con una imagen muy pop, especialmente en los años 90. Aparte de peluquera fue su fiel amiga y acompañante en sus momentos de gloria, pero también supo ser amiga de Celia durante su enfermedad, algo por lo que siempre estaré agradecido de Ruthy, como le llamamos cariñosamente.”

Como resumen de sus recuerdos, Ruth Sánchez Laviera  afirma: “Siempre agradeceré haber tenido el privilegio de peinar a Celia Cruz. Era una mujer digna, sencilla, cariñosa.  Todo el mundo para ella era bueno, todo el mundo era bonito.  Lo que pasé y compartí con Celia jamás en la vida se me va a olvidar. Por eso he creado un lugar dentro de la comunidad boricua y latina de Nueva York para honrarla cada día, para agradecerle por la música que nos dejó y por el gran ser humano que fue.”

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