Por Olga Connor / elnuevoherald.com – January 11, 2019
Aún puedo oler el humo de los revólveres tirando al aire a las 12 de la noche y el de los cohetes. Recordar la ansiedad. Vivir las horas de los días que siguieron con tiros de todas partes.
Era el 31 de diciembre de 1958 en la Calle Conill del Nuevo Vedado. Una noche de gritos y algarabías en todas partes de La Habana. Como lo muestra el filme El Padrino.
Recordé ese humo del principio cuando Antonio José Ponte, codirector de Diario de Cuba, publicó un libro titulado Cuentos de todas partes del Imperio (Ediciones Deleatur, París, 2000), y me explicó que el título se refería a que los cubanos querían tener un imperio, “pero era todo de humo y de aire”, y no basado en acciones militares.
Sin embargo, ese título me vale para considerar que los cubanos sí han creado un raro imperio, con toda clase de historias famosas, y como consecuencia de la revolución. Pero no es el que planeó Fidel Castro, cuyo sistema ha fracasado en África, Venezuela, Nicaragua, sino el que han construido los desterrados de su régimen.
Por ironía, ese ha sido el triunfo más grande que produjo la revolución. Por primera vez los cubanos se exiliaron en masa, cuando antes había sido una isla de inmigrantes europeos, mexicanos, libaneses y orientales.
Los que se negaron a vivir en la ignominia y bajo la bota totalitaria de los Castro comenzaron a escapar. Enviaron a sus hijos fuera de Cuba. Hicieron lo que pudieron para empezar una vida nueva fuera de la isla. Y ahí comienza la verdadera hazaña de la revolución cubana.
Son 60 años de imperio en el extranjero. Hecho por los exiliados que triunfaron y crearon una ciudad nueva en Miami, una capital para Latinoamérica. Pero no solo en Miami. En París, en Roma, en Nueva York, Union City, Madrid, San Juan, Ciudad México, Buenos Aires. En todas partes los cubanos han demostrado un espíritu creador, una capacidad empresarial, una visión y una energía que nos debe dar a entender lo que sería Cuba en estos momentos si esas fuerzas vitales generaran esos logros.
No solo se trató del dinero, se buscó el poder político y el cultural. En Estados Unidos, cubanos de primera y segunda generación han ido al Congreso y el Senado, hasta los que habían nacido en Cuba subieron a la más alta posición. Ejemplos: Mel Ferrer, Marco Rubio, Lincoln y Mario Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen, Bob Menéndez, Joe García y Carlos Curbelo. Y en Miami tantos ilustres representantes, como el propio alcalde de Coral Gables, Raúl Valdés Fauli.
El mundo académico fue prestigiado por los profesores cubanos, que son reconocidos por NACAE, y los nombres de profesores autores como Leví Marrero, Carlos Eire, Humberto López Morales, Enrico Mario Santí, Ricardo Pau Llosa y Gustavo Pérez Firmat, entre muchos otros. Sobre todo nuestros presidentes de universidades, Eduardo Padrón y Modesto Maidique.
El mundo artístico se ha lucido con pintores en París de fama mundial, como Jorge Camacho, Guido Llinás, Ramón Alejandro, Gina Pellón; en Nueva York, Carmen Herrera; en Roma, Pepe Grave de Peralta; en Miami, Tony López, Cundo Bermúdez, José Bedia, Gustavo Acosta y Carlos Alfonzo; en Madrid, Waldo Balart, y Mario Carreño en Chile. En lo literario, Lydia Cabrera, Zoé Valdés, Daína Chaviano, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla y Gastón Baquero.
El teatro ha producido a Morín y la gran actriz Teresa María Rojas, fundadores Prometeicos, y a un Mario Ernesto Sánchez, fundador y director del Festival Internacional de Teatro Hispano. Pero ante todo, tiene a sus autores, como Iván Acosta, Matías Montes Huidobro, Julio Matas, Abilio Estévez, Abel González Melo. Y Luis Santeiro, autor de televisión, medio en el que han triunfado figuras como Delia Fiallo y Cristina Saralegui.
¿Y qué se diría del mundo musical? El gran compositor clásico Aurelio de la Vega, de Los Ángeles; y voces internacionales como Martha Pérez, Eglise Gutiérrez, María Aleida; y músicos como Cachao y Paquito D’Rivera. Los compositores populares Osvaldo Farrés, Julio Gutiérrez, René Touzet; e intérpretes, de Miami, Willy Chirino y Lissette, Emilio y Gloria Estefan; de Nueva York, Chico O’Farrill y nuestra gran Celia Cruz; de México, Olga Guillot. Fundadores: Pedro Pablo Peña, del Festival Internacional de Ballet de Miami, y Pili de la Rosa, de Pro Arte Grateli.
Es de notar los que impulsaron la riqueza general, los grandes empresarios de negocios. Con nombres como Jorge Mas Canosa, George Feldenkreis, Roberto C. Goizueta, Armando Codina, José Milton, Luis Botifoll y Manolo Capó.
Es un imperio sin dominio del país del que proveyeron, pero con memoria patriótica, que han donado en todas partes su talento y su ingeniosidad, engrandeciendo el nombre cubano. ¡Qué pueblo tan pujante, aun en el extranjero, que da honor a esa nacionalidad como a la que fueron destinados a adoptar!